Usualmente,
cuando nos enteramos que familiares o
amigas están esperando un bebé, nos enlazamos en la alegría de la madre
y los suyos. Ver el rostro feliz de esa mami, escuchar ese “Estoy embarazada” ¡cae tan bien!
Compartimos y hacemos nuestro, ese mundo de felicidad y expectación.
Sin embargo,
mientras voy escribiendo esto, aparece
en mi mente mujeres amigas, mujeres pacientes, que tienen miedo, caos y angustia, porque empiezan a
sentir dolencias que no esperaban, porque no se encuentran cómodas con su nueva
figura, porque pelean mucho con sus parejas o porque ese amor sublime y
grandioso de madre no aparece cómo lo señalan algunas madres.
Y es que también es esa la realidad: Muchas
mujeres no se sienten bien frente a su embarazo.
A veces, pese a desearlo con todas sus fuerzas, o en otros casos, porque no
estaba en los planes. Mujeres que no la pasan nada bien y sólo les queda
sentirse “raras”, “malas” “cobardes”
porque no pueden sentir aquello que
otras dicen o porque no pueden tolerar “la normalidad” de los cambios que los
médicos señalan.
El embarazo es
natural en la mujer dirían, sin embargo
podemos suponer que en principio existe un caos interno y que tal caos
no es “fisiológico” o “emocional”, es
caos físico que tiene su correlato emocional,
es caos emocional que tiene su correlato físico, porque no son dos, más
bien UNA mujer con otro UNO que se va forjando en la
estructura psíquica de la madre, frente a la interacción con su bebe. Hay que recordar
entonces, que el embarazo propiamente
dicho y sus particulares movimientos homeostáticos, inciden en una mayor o
menor ambivalencia y bienestar.
Una mujer, no
podrá, cómo se espera de las madres, contener y transformar las variadas y complicadas necesidades de su
bebé, si no cuenta con condiciones
mínimas para lograrlo, si no tienen en su entorno, pareja, familia, además de
su propia estructura psíquica, el apoyo para salir triunfante y saludable,
puesto que la complejidad que
supone el proceso, la deja en un estado
fragilidad, presionando sus funciones adaptativas para la vida.
Un embarazo
difícil es un indicio de conflictos que no están únicamente en el plano
fisiológico. Así tenemos que, muchos
temores del embarazo remiten a temores
más profundos y a fantasías en las que
entran en juego vivencias experimentadas a lo largo de toda su vida, sin
embargo muchas veces, se les resta importancia y se los naturaliza. Acaso en
“automático” ¿se podrán vivir estos
cambios con la presencia de otro cuerpo dentro de la madre? ¡No siempre sucede
así! Menos aún si estos cambios afianzan
estados previos de depresión, ansiedad o angustias.
La maternidad no
se inicia con la formación del óvulo, el núcleo psicológico de la
maternidad empieza en la infancia, en la
relación con su propia madre, en el modelo que de ella recibe, de su propia
historia infantil, de sus vínculos con sus padres, así como en sus propias
fantasías. Todo ello condicionará su posición subjetiva frente a su maternidad
y sobre la propia capacidad para el desempeño de la función materna y esto
incidiría directamente en sus angustias y trastornos somáticos.
La presión de la idealización masiva que presenta a la maternidad cómo poseedora de
afectos únicamente positivos: amor sublime, abnegación , deja a la madre, en la
búsqueda de interiorización de ese
conjunto de preceptos y exigencias que guían
la experiencia de la maternidad sublime y feliz, intentando dejar de lado sensaciones y emociones
contrarias, ocultando y negando sus propias dudas, ansiedades y ambivalencia,
que también son propias de toda esa metamorfosis, para alinearse a las prescripciones culturales.
Llevar un
embarazo no es tarea fácil, hay que favorecer situaciones positivas con la pareja y con el entorno cercano.
Pensamos que es importante generar
espacios de comprensión de la vida cotidiana de la madre embarazada, el lenguaje
afectivo es muy importante, también lo es el lenguaje verbal. Si se forjan espacios confiables para que la
madre embarazada pueda poner en palabras
sus propios conflictos y fantasías estaremos promoviendo el bienestar y la
salud de la madre y bebé. Y cuando en el entorno cercano, no es posible
de manera natural, quizás se requiera un espacio psicoterapéutico y una
intervención profesional, que sostenga.
Ana María Osorio
Magister en Psicología
Psicoterapeuta
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